Mi vuelo de suelta
Sin duda uno de los momentos más emocionantes de toda mi vida fue ese primer vuelo en solitario, el vuelo de suelta.
Aproximadamente, año y medio después de mis inicios como piloto-alumno en el Aeroclub Nimbus empezaron a tener lugar una serie de acontecimientos que bien podrían ser los preliminares de tan gran e inquietante momento: Instructores -incluso los que acostumbraban a no callar ni debajo del agua- que no decían ni pío desde el asiento de atrás del ASK21, instructores que no tocaban mando ni pedales, desengancharme del remolque a 200m del suelo, vuelos cortos muy seguidos, e incluso la pregunta directa de Pedro Toquero: "¿quieres salir solo?". No quería, pero lo deseaba con toda mi alma. Así que la suelta tuvo lugar unos pocos días después, tras dos vuelos de sube-baja con Clive Mansfield, quien sin preguntar nada ni dejarme bajar del avión, dejó su paracaídas en el asiento trasero y lo sujetó con los atalajes.
Las comprobaciones previas al despegue y el momento del enganche fueron los de siempre, todavía no me hacía a la idea de que estaba solo en el avión por primera vez. Fue el insensato del remolcador quien, con acento francés anunció la carrera de despegue ¡conmigo a remolque! en un tono tan monótono y rutinario que me resultó claramente ofensivo. No sé a qué se debían tantas prisas por despegar. O dicho de otro modo, en un par de segundos ya no habría marcha atrás.
Y salimos. Un remolque tranquilo, muy parecido al de los 46 vuelos anteriores. Me solté en Las Angustias (monte Ganet), a 1300m. que es el inicio de la mayoría de vuelos sin motor desde Santa Cilia. Viré un poco y oh, sorpresa, una térmica de +3. La pude centrar fácilmente y para arriba. Llegando casi a los 1.700m pensé que no era el momento de lucirme, sino de hacer bien lo básico y me fui a aterrizar. Todo correcto durante el tráfico, viento en cola, base y final. Y la mejor toma de mi período de alumno. Una felicidad indescriptible.
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